martes, 4 de enero de 2011

Como decía aquel fado : "Cheira a Lisboa...."

Hoy ya hace 7 años que iba meditando en un autobús camino de Lisboa, y llegué de madrugada; el sol no había salido aun y con las ultimas nieblas de la noche, que me calaban la humedad del Tajo hasta el ultimo rincón de mis huesos. La Avenidade de la Liberdade, vacia era un ejemplo de lo que es el tiempo, comprensión de infinito y caminar a través de el. Dejando por segunda vez la familia a mas de mil kilómetros, y retomando las amistades creadas en la gran Lisboa, aquella madrugada quedará marcada como única, donde una sensación de vacío hizo pensar en lo que podría perder si no valoraba cada momento y no vivía cada segundo. Otorgue mi frió a un intenso café lisboeta y mi mente volvió al raciocinio de la habitualidad de la Avenida Liberdade. Aprendí de aquella sensación, que la soledad por breves momentos te enseña a valorar aquello que puede llegar a perderse uno, y a sentir el éxtasis superior de vivir rodeado de la nada por momentos, es equivalente a pensar en las circunstancias de la vida, como si pudieran llegar a ser las ultimas, efímeras y criticas.
Siempre deseando volver a buscar esa niebla, los recuerdos me empañan la mirada, y es que aquel día, con lo que mas quería lejos de mi, y lo que empecé a querer tan cerca, mi querida Lisboa, me dio una lección de vida.

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